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La quinta letra de VUCA, primera parte.

Existen algunas características esenciales de nuestra realidad actual y el modelo VUCA las resume de una manera magistral: volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. Por otra parte, y con todo lo abarcativo que podrá ser este modelo, tenemos que reconocer que toda construcción humana debiera reexaminarse de manera frecuente. Aún más, auto modificarse y adaptarse de manera orgánica a un contexto en permanente movimiento.


Precisamente por esto, hay un quinto elemento que VUCA no incluye y que es fundamental para entender nuestro Zeitgeist o “espíritu de los tiempos”: nos referimos la falta de sentido (en inglés, lack of meaning). Este elemento que puede estar a la base de la anomia moderna (manifiesta o contenida), es uno de los obstáculos más grandes que tendrá que afrontar la nueva generación al momento de ingresar en el mundo laboral.

Una característica nuclear de la falta de sentido es que se puede comportar como un auténtico virus psicológico, en el sentido de que está muerta y viva a la vez, pudiendo manifestar ambos estados. Por una parte, podemos observar una falta de sentido adaptativa, contenida o asintomática (un adulto normal según cualquier manual DSM). Este tipo de falta de sentido es propia de toda una generación Millennial ampliamente retratada por el filósofo Byung Chul Han: aquellos que se fuerzan a la excelencia, dirigiendo la agresión sobre ellos mismos para seguir produciendo y auto esclavizándose.

Es momento de señalar con todas sus letras que este tipo de falta de sentido es propia del modelo de éxito de nuestro sistema y nuestra sociedad chilena actual. Se promueve que las personas asciendan en la ilusoria escalinata del consumo de experiencias fugaces (al cual confundimos con realización), aguantando jornadas extenuantes de trabajo sin propósito alguno más que obtener cada vez mejores números en los informes trimestrales de rentabilidad. Como diría Krishnamurti: “no es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma”.

Por otra parte, existe una falta de sentido viva, o si se me permite una metáfora fuerte, una falta de sentido que se observa como una herida abierta y expuesta, incluso con algunas zonas infectadas y negras. Esta es la falta de sentido del joven que ya no tiene nada que perder y que arroja sin cesar las piedras que la sociedad le ha tirado. Esta es la falta de sentido de un joven que actúa en la vida real la violencia que la sociedad ha ejercido en su contra, utilizando la calle como un escenario que muestra una tragedia: la quema de sus posibilidades de realización, la demolición de sus esperanzas y la falta de respeto con su dignidad (el objeto público se raya, se ensucia o se usa de otra forma).

En este momento debiera ser oportuno entender que ambos personajes, el del “empleado asintomático” y el joven de las piedras, son dos caras de una misma moneda (la herida por dentro o la herida por fuera).



No podemos reducir la falta de sentido al nivel de desarrollo psicológico moral, el tipo de funcionamiento mental, el grado de madurez o el nivel socio económico. Se trata de otro elemento que se suma a una mirada multicausal. Otro elemento que hasta ahora no era tan importante, pero que será crucial para la construcción del futuro de nuestra sociedad.

Aunque la falta de sentido nos ha acompañado desde el principio de los tiempos, en otras épocas de nuestra historia no representaba un desafío tan enorme como lo es ahora. Si pensamos por ejemplo en el siglo XV, el sentido de la vida y el modelo de mundo estaban marcados esencialmente por la religión y la monarquía. Si vamos más adelante y observamos la segunda guerra mundial, veremos que aun siendo uno de los momentos más trágicos de nuestra especie, sigue siendo una época plena de sentido: dependiendo de a qué país pertenezco y en función de esto, puedo saber cuál es mi posición en este gran mapa, el relato de mundo o de época. Tomando todo esto en consideración permítanme una pregunta, ¿Será una solución aferrarnos a nuestros sentidos adquiridos o heredados (como si se tratara de un madero naufrago) en la sociedad de la biotecnología, la automatización laboral, el cambio climático, la migración y las computadoras cuánticas?



En estos momentos estamos a punto de experimentar una sensación muy interesante. Si queremos resolver la falta de sentido, no podemos confundir sus síntomas con sus soluciones. Estaríamos en un error si lográramos resolver la falta de sentido readaptando al adulto a un sistema que le daña o bien, promoviendo la anulación de la capacidad de simbolizar mediante la activación violenta (el Prozac y la molotov). En ambos casos estaríamos perpetuando el problema y es curioso entender que incluso el Prozac y la molotov son dos caras de una misma moneda.

Para resolver la falta de sentido tendremos que observar en fenómeno de el sentido en términos de como el acto psicológico de otorgar significado a nuestra realidad tiene características particulares en esta era que nos ha tocado vivir. Lentamente, nuestra nave espacial que flota en un espacio carente de sentido se va acercando a las coordenadas del próximo artículo y solo me queda decir que exploraremos soluciones auténticas a ese silenciado dolor.

 
 
 

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