La quinta letra de VUCA, segunda parte.
- Ps. Ulises Villamans
- 13 may 2020
- 4 Min. de lectura

En nuestro artículo anterior pudimos precisar que para el lograr responder a la pregunta por la falta de sentido, la quinta letra de VUCA (Lack of meaning), era necesario trascender la dicotomía alienación encubierta/alienación manifiesta o dicho de otra forma, adulto asintomático vs adulto anulado en su capacidad de simbolización.
Claramente este ejercicio, el de intentar encontrar una respuesta a la falta de sentido, no deja de ser fascinante ya que si bien es cierto y como mencionábamos en el artículo anterior, la falta de sentido es una cuestión filosófica que ha acompañado la reflexión humana a lo largo de toda su historia, el día de hoy se nos presenta como algo totalmente nuevo, fresco y novedoso.
Esto se debe esencialmente a que no es lo mismo pensar la falta de sentido en el Partenón (una de las muchas semillas de la filosofía clásica) o en la escuela de sociología de Frankfurt (prácticamente el origen de la ciencia social como tal) o en el mayo del 68 (movimientos sociales en Francia), que en el mundo actual, lleno de inteligencia artificial, estallidos sociales con ayuda de redes sociales, pandemias de todo tipo, especies en extinción, hiperconexión, disrupción, transhumanismo y singularidad.
Precisamente ese componente, el de la novedad, nos da pista sobre una posible respuesta a la falta de sentido. El cambio trae la novedad. El cambio permanente, trae entonces una oleada de novedad permanente y nos podemos relacionar con esta “novedad permanente” de muchas maneras según sea nuestro estado de conciencia.
Qué curioso es que este elemento, el de la novedad, pueda ser aprehendido tanto desde el marketing más capitalista (la novedad en la publicidad) como desde el budismo más escéptico (el presente). En ambos casos, la novedad en sí misma no cambia (¡hermosa paradoja!), lo que sí cambia es la forma que tenemos de relacionarnos con ella. Para no perder el hilo de esta reflexión recapitulemos: - La falta de sentido no se puede resolver en el estado actual de nuestro mundo mediante la readaptación a un sistema en decadencia o mediante el ejercicio de la violencia. - Existen varios elementos que nos sugieren que pensar la falta de sentido en el mundo de hoy, es algo bastante diferente a pensar esta misma temática en otras épocas de nuestra historia. - El denominador común de todas nuestras transformaciones es el cambio permanente, eso que yo llamo “la novedad”. - La novedad, como fenómeno, no cambia. Lo que cambia es la mirada que tenemos sobre ella. Podemos “mirarla” hasta acostumbrarnos o habituarnos a los anuncios publicitarios (todos ellos son muy novedosos) o bien, podemos observarla con atención plena (involucrarnos en el estímulo, en vez de habituarnos a él).
Hoy en día conocemos como Mindfulness esta capacidad de involucrarnos en aquello que nos rodea, involucrar nuestros sentidos, nuestra percepción y nuestras emociones en una realidad que cada vez parece más plana. Curiosamente, al involucrarnos, pasan cosas diferentes, primero en nuestro cerebro, luego en nuestro cuerpo, luego en nuestro lenguaje y finalmente, en las decisiones que tomamos.

Entendemos el Mindfulness como la capacidad de observar los estímulos internos y externos desde un estado llamado “atención plena”, la cual se explica como una activación sensorial de la vías aferentes (las partes de nuestro sistema nervioso que captan información) y un estado emocional adecuado (la compasión). La atención plena se distingue de otros estados psicológicos, porque el estado de activación no produce estrés o aumento de cortisol en la sangre, sino más bien todo lo contrario.
Además de lo anterior, existen grandes pruebas a favor del Mindfulness sobre el impacto positivo que tiene en nuestra salud mental y física. Pero no nos desviemos del estímulo que nos atañe en este artículo, ¿de qué manera el Mindfulness puede ofrecer una respuesta a la falta de sentido?
Quizás lo que ocasiona nuestra falta de sentido es el vértigo del cambio permanente. Si desarrollamos la capacidad de valorar ese cambio e involucrarnos en él, desde un estado de calma y atención consciente, es muy probable que nuestro cerebro pueda pasar del tálamo al córtex y en palabras menos grandilocuentes, acceder a la parte creativa de nosotros.
Si somos capaces de acceder a nuestra creatividad en medio de la tormenta, sin lugar a duda se nos ocurrirán otras maneras de mover las velas y el timón. Lograremos transitar a través de la niebla con la capacidad de construir sentido según el momento presente. Dicho de otra forma, debemos hacer luto y entender que nunca más volveremos como humanidad a tener sentidos “fijos”. Los sentidos fijos eran para un mundo fijo, cristalizado y fosilizado en instituciones recursivas. El mundo actual es un mundo que cambia y su sentido cambia con él. El sentido lo define el presente. El sentido cambia porque el presente también lo hace.
La gran lección de este siglo es enseñarnos a desapegarnos de nuestra necesidad casi morbosa de encontrar un norte, un sentido, una meta o un futuro. El cambio nos invita a un nuevo estado de consciencia, en donde más importante que “llegar a un lugar” es “fluir o navegar de una determinada forma”. Suelta la brújula. Observa el paisaje y confía. Las hojas, el viento, las piedras y todo lo que te rodea es la mejor brújula que puedas desear. De esta forma resolvemos la “L”, la quinta letra de VUCA, la cual por el momento es invisible a muchos coach y consultoras, pero que al ser tan real como el viento, seguirá empujando las velas de nuestros barcos en direcciones contradictorias. Y no dejará de soplar furiosa, hasta que nos detengamos en el presente y la observemos con atención plena.

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