¿Qué podemos esperar de una crisis?
- Ps. Ulises Villamans
- 13 may 2020
- 4 Min. de lectura

Los únicos que ven oportunidades en las crisis son los oportunistas. El management de los años 80, tan acostumbrado a torcer cualquier molestia social para transformarla en un best seller, predicó durante años casi como un axioma del liderazgo en tiempos de crisis que “las crisis son oportunidades, porque el kanji chino que describe ese fenómeno significa tanto crisis como oportunidad”.
Sumados a esta tendencia, tuvimos durante años a millones de coach alrededor del globo que recitaron este mantra una y otra vez, sin reflexión, sin una pausa crítica, sin pensar en las implicancias o las consecuencias. Y aquí estamos, en medio de varias crisis simultáneas y ad-portas de otras tantas más (en medio del COVID-19 y el estallido social, mientras el cambio climático y la automatización laboral nos esperan afuera del ring).
El principal problema de esta creencia es que la consecuencia inmediata es una tremenda falta de empatía con la persona que vive la crisis. Cuando recitamos sin reflexión crítica que las crisis son oportunidades, usualmente lo hacemos desde el cómodo sillón del espectador. No somos en ese momento la enfermera sobre exigida o el paciente en riesgo mortal, no somos en ese momento el niño del Sename o el trabajador precarizado. Las crisis son oportunidades… para aquellos que tienen la capacidad de sacar una ventaja económica de las fluctuaciones de los precios.

Entonces, ¿qué podemos esperar de una crisis? O mejor aún, ¿qué podemos esperar de esta crisis en particular? ¿Solo nos queda la escapatoria nihilista de esperar la muerte como los trovadores a la peste negra en la película “El séptimo sello”? Claramente si la respuesta fuera tan sencilla no estaríamos reflexionando sobre este punto, o dicho de otra forma: el nihilismo en tiempos de crisis es una respuesta fácil, porque no da cuenta de la complejidad y es un augurio de certezas que al final son falsas. El nihilismo en tiempos de crisis trae el alivio de contar con una respuesta, que aunque es amarga, es una respuesta al fin y al cabo. Pero al final del día, el nihilismo no soluciona algo en absoluto, solo calma por un momento la ansiedad de una mente pesimista.
Ahora bien, no es ningún pecado buscar algo a lo cual aferrarnos en tiempos de incertidumbre: yoga, religión, discusiones políticas, conspiraciones, nihilismo, nuestro gato, netflix o el refrigerador. El problema es cuando no somos capaces de innovar recursos nuevos (por lo general, los organismos que no se adaptan, tienden a desaparecer). Durante mucho tiempo mi recurso favorito para afrontar las crisis era una frase budista que dice: “el secreto de la calma es la aceptación incondicional de lo inevitable”. Mediten por un momento en esta frase… es una frase poderosa y aun así, en esto momentos me es totalmente inútil.
La razón es sencilla, para “aceptar incondicionalmente lo inevitable” primero tenemos que saber qué será eso inevitable en cuestión (en crisis anteriores me lo podía imaginar). El problema es que ahora no lo sabemos. No sabemos algo certero en absoluto. Los cambios siguen aumentando en nuestra vida a una velocidad vertiginosa y ciertamente, en el estado actual del mundo y sus crisis, podría pasar cualquier cosa (con lo cual habría que renombrar todas las obras de García Márquez, de “realismo mágico” a “realismo a secas”). En estos momentos es posible que estés intuyendo la respuesta que estamos buscando… precisamente en eso consiste una crisis, en que todo aquello que nos funcionaba anteriormente, simplemente ya no funciona, hay que crear recursos nuevos. Nuevas estrategias, nuevas decisiones, nuevos rumbos. Una crisis invita a abandonar lo viejo y abrazar lo desconocido, asumir riesgos, hacernos cargo de las consecuencias de nuevas decisiones tomadas con poca información, separar lo importante de lo que no lo es, reubicarnos en nuevos roles o posiciones y un largo etcétera. Una crisis implica transformación, mutación y adaptación. No saldremos de este viaje hacia nuestro interior de la misma manera que lo comenzamos.
¿Qué podemos esperar de una crisis entonces? Podemos esperar transformación y movimiento. Por fin hay algo que podemos saber de antemano: las próximas semanas y los próximos años nos veremos enfrentados a problemas para los cuales nuestras herramientas o soluciones acostumbradas no servirán. Con esa información en mente podemos estar más abiertos a crear, inventar, probar, explorar, imaginar, sondear, bosquejar y modificar lo que hacemos usualmente.
¿Qué pasaría con tus decisiones si supieras de antemano que el 100% de las cosas que haces y la forma en como las haces va a cambiar? ¿Es posible seguir sintiendo espanto cuando sabemos que vendrán cambios que nos producirán incomodidad y que nos harán inventar cosas nuevas? Claramente no. Cuando comprendemos que la esencia de la crisis es modificar la posición que ocupamos en este gran relato que llamamos mundo, el fantasma del futuro ya no es tan aterrador.

Al incorporar esta forma de entender la crisis, ya no estamos indefensos. ¡Tenemos mucho que crear! ¡Tenemos mucho que soltar! Por eso las crisis no son oportunidades, son algo totalmente diferente porque asumir que la crisis es solo una oportunidad es partir del supuesto de que la persona que aprovecha la oportunidad no cambia en absoluto (sigue siendo el mismo personaje). La crisis es el surgimiento de un nuevo relato, prácticamente de un nuevo mundo o si se quiere un mayor grado de mesura, de un nuevo mapa. En este nuevo mapa no podemos saber de antemano en qué lugar comenzará nuestra aventura o incluso si nos gustará ese nuevo lugar, pero sin lugar a duda será una historia realmente digna de ser vivida.
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